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viernes, 21 de noviembre de 2008

Los 2 minutos en el Che de la UNAM


Desde hace 20 años existe, y sigue en el gusto del público. Nadie se explica como una banda que utiliza sólo cuatro tonos ha podido vender tantos discos. “Ni yo lo entendía antes de ser el guitarrista, lo cual ha sido a partir de 1998”.
En 2 minutos, “no me imaginé tener el bajo a mi cargo también, todo porque tuvo problemas legales su encargado, y no puede salir de la Argentina, por lo tanto, también me he dedicado al bajo”.
Mi piel se eriza de felicidad al pertenecer a esta banda de punk argentino, pero sobre todo “al pensar en Buenos Aires, junto a mi esposa y mi hija de seis años de edad, mientras oigo a The Clash.”
Podría hablar de mi infancia, “en mi barrio de Palermo. Donde vivía con mis padres, quienes ya fallecieron. Podría recordar una navidad reciente. Mi hermano menor diciendo: Pablo, siempre te miraré con admiración, porque desde niño haces lo que quieres”.
Así es, “me siento orgulloso. He puesto el pecho, mi alma y mis huevos a todo lo que hago, aunque en ocasiones resultan situaciones negativas, las cuales, uno no espera.”
Como la muerte, la cual he conocido. “Si fuera la mía, el día de mañana, lo aceptaría, porque he vivido contento, a lado de mi esposa, mi hija, y de la mejor banda del mundo”.
La cual pudo estar presente en la UNAM, en el Auditorio Che Guevara, de la Facultad de Filosofía y Letras, como una escala de su gira titulada Chichipio Hunter tour 2008/ Cazador de imbecil, y cantar: “amor suicida”, “aeropuerto” y“2 minutos.”
“Ahí percibí la vibra de los jóvenes unidos para entonar “estoy enamorado de vos…” de aquellos dispuestos a mejorar la calidad de su pueblo. Dispuestos a una vida de revolucionarios, a luchar con la inteligencia, con la astucia de las ideas y combatir el hambre, en una tierra donde es imperdonable, como en toda Latinoamérica, que la gente muera por no tener qué comer, si con sólo tirarse una semilla podría crecer cualquier alimento.”
En México, es la primera vez que asisten a una universidad a tocar. “En Argentina ya lo habíamos hecho. Y nos gustan estos sitios, porque se respiran los sueños de jóvenes y los deseos por cambiar las realidades que les toca vivir”.
Cada quien busca sus anhelos. Hay bandas que se siente en la luna, al pertenecer su nombre en un cartel de punk, “siendo que muchas son menos punk que mi mamá”.
Sin embargo, “han ayudado este tipo de grupos, al generar inquietud entre los jóvenes. Hace dos décadas era una minoría quien decidía acercarse al género, y en la actualidad, hay mayor interés.
Un interés desbordado, suscitado entre algunos jóvenes de la ciudad de México, de aquellos que pudieron asistir al Che Guevara, al pagar 80 pesos.
La intención era entrar desde las cuatro de la tarde, como estaba en los carteles, y oír como aperitivos a Infierno 18 , Skiner Bastard y Radio Obrera, pero no fue así, hasta las 6:30, permitieron el acceso a todos los que tenían su boleto, y a partir de las 7:30 de la noche inició todo conforme se estipulaba en el programa.
Al interior del Auditorio, una gran mayoría sentada en el suelo, mientras, los integrantes de Skiner Bastard intentaron animar a los chavos: “Venga, no mamen, el punk no sólo es 2 minutos, despierten”, su esfuerzo no dio el resultado esperado, unos prefirieron salir de ese sitio nebuloso, donde se concentró una capa de humo de cigarro, y en otros sectores, un nada raro aroma a hierba de los dioses, al oírse música en un concierto.
El Auditorio Che Guevara nunca se saturó. Ni cuando repentinamente se oyó: ¡ya están aquí! Y se dejó venir una brisa de quienes habían salido, e intempestivamente decidían correr a ocupar un lugar, y así, mirar lo más cerca posible.
Como si se hubiese usado una barita mágica, en la primera fila se instalaron unas estructuras metálicas, simulando una valla, para impedir el paso de espontáneos aventureros y exploradores de escenarios.
Nunca se sabe de quiénes deseen subir a cantar. Por eso, el staff prefirió no poner en riesgo la seguridad de los argentinos de 2 minutos integrados por: “Mosca”, el vocalista, Pablo, guitarrista, Pedro, segunda guitarra y: “Monty,” el baterista, quienes sintieron la vibra de unos trescientos jóvenes que acudieron, y claro, también la de aquellos individuos con una edad más cercana al más allá.
Pero como era de noche y el sitio inundado de oscuridad, al tenerse un improvisado juego de luces, que únicamente dejaba ver algunas partes humanas, dependiendo dónde se parara cada quien, se conseguía distinguir una silueta o destellos completos de los rostros de alguien de 2 minutos, y escuchar una de las tantas voces en la tierra, proveniente de los barrios, de la milonga.
Desde que ellos subieron a tocar, el aire se sazonó con gritos de euforia, se empapó con el slam, aquél donde chocan hombros con vientre y cabeza con pies.
El toque final fueron los brazos levantados, preparados para apretar los puños y alzarlos como si simbolizara la libertad, de haber conseguido lograr transitar entre hortalizas de automóviles, sin ser arrollados.

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