Entradas populares

jueves, 16 de abril de 2009

Documentación plástica de cicatrices de la fe



Hoy y mañana son el vértigo de siete cuartos, donde los ojos se mimetizan en madera, tinta, mapas, libros, telas, plata y todo tipo de objetos sagrados. Tan añejos en los ayeres de México que datan de la encrucijada de los españoles urgidos por evangelizar a los nativos del norte de estas tierras.


Misioneros franciscanos y jesuitas se encargaron de documentar sus peripecias, sufrimientos y el miedo por la llegada del juicio final y la transparente devoción por los rostros de ángeles y deidades como Cristo, las vírgenes María y de Guadalupe.


Mandaron traer de la capital del virreinato los cuadros pintados por los artistas de la época, lo hicieron con tanta luminosidad que los rostros parecen tener vida propia. En lugar de envejecer y ser una memoria, son un misterio suave.


"Cicatrices de la Fe" es la nueva exposición del Antiguo Colegio de San Idelfonso, se mantiene en un racimo las evidencias artísticas generadas por encargo de las misiones religiosas en la Nueva España entre 1600-1821.


Hasta hace tres años, más de 100 piezas eran fósiles erosionados. La investigadora Clara Bargellini, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, le quitó el cerrojo a la condena del olvido.


Permite conocer lo que era un mito, por ejemplo, el óleo de Sor María de Jesús Ágroda, una monja franciscana, que apoyó a través de sus oraciones desde España, a las misiones en América.


"Era tal su devoción que ella misma se trasladaba milagrosamente a América para predicar a los indígenas", contiene la leyenda en diminutas letras, ubicada a los pies de la monja que parece toda una Madona al torcer la lengua del espectador que la contempla.


En cuanto a sensaciones que se obtienen al recorrer siete salas, son quedar boquiabiertos y con sufrimiento simbólico. Dos piezas que no se distinguen entre la belleza y el sueño.


Por un lado La Virgen de Loreto, tallada en madera en el Siglo XVIII. Encajonada por cristales, que le protegen de que se queden babeando al examinarla. Sus dimensiones son el medio metro de un árbol frutal. Su cabello negro ardiente y ondulado como las órbitas estelares.


Y la hermosura inmóvil de El Señor del Mezquital, la pieza más antigua que tiene "Cicatrices de la Fe", al ser creada a finales del Siglo XVI. Es un Cristo en el que no se agota su dolor, sus ojos imploran dos veces no ser adornado por la sangre que no sólo brota de las heridas al crucificarlo.


Se dice que durante la rebelión de los indígenas tepehuanos, fue atacado y se le hirió la espinilla derecha provocando que sangrara. Y en sus ojos se inscribe el castigo errante, no dejar de conocerlo.

No hay comentarios: